21 noviembre 2014

5 Muerte de Jesús

Dios ayuda a quien se ayuda



 ¿Jesucristo es Dios?


Capitulo 5  Muerte de Jesús          

          Si la vida de Jesucristo demuestra espléndidamente su divinidad no la demuestra menos su muerte. Es cierto aquello de que la vida y la muerte de Jesús son las de un Dios, aun que lo dijo Rousseau que es el hombre que más mentiras y contradicciones ha dicho en su nefasta literatura.                               
Los hombres no suelen morir porque quieren, ni cuando quieren, ni como quieren… Eso es de una triste evidencia. Y, sin embargo Jesús murió porque quiso, cuando quiso, y como quiso. Señal inequívoca de que efectivamente su muerte fue la de un Dios.
No murió porque lo matasen, sino porque quiso morir. A mi nadie me quita la vida, sino que yo la doy libremente: tengo poder de dejarla, y de volverla a tomar, dijo el mismo. Un día dijo a sus discípulos: mirad que subimos a Jerusalén en donde yo seré entregado a mis enemigos y crucificado. Si hubiese querido escaparse de la muerte, tenía un medio bien a mano: no ir a Jerusalén…
Murió además cuando quiso. Más de una vez los judíos tramaron su muerte, pero no pudieron ejecutarla porque no había llegado su hora. En cambio, en el huerto de los olivos, les dijo a sus enemigos: Esta es vuestra hora. Y se dejo prender.
Murió, por fin, como quiso, según se ve con toda claridad leyendo el Evangelio. El nombro con anticipación a sus verdugos. Descubrió al traidor que debía entregarle, e indicó el género de muerte que había de tener con todas las circunstancias  de su pasión. Si El no hubiera elegido libremente aquella muerte y aquellas circunstancias, desde el momento en que las previó  hubiera  podido fácilmente sustraerse de ellas.
Por añadidura, los prodigios que acompañaron la muerte de Jesús, no acompañan nunca –que yo sepa, al menos— la muerte de ningún hombre.
¿Cuántas veces, en efecto, has oído decir que al morir fulanito o menganito –por mucho dinero o por muchos pergaminos o entorchados que poseyeran—haya temblado la tierra y se haya oscurecido el cielo y los peñascos se hayan quebrantado?...
Eso pasó solamente en la muerte de Jesús. Y al contemplar tales prodigios lejos de Jerusalén, el sabio Dionisio Areopagita exclamó: O la maquina del mundo perece, o el autor de la naturaleza padece. Y el mártir Luciano decía a los emperadores: si, yo creo en la divinidad de Jesucristo. Pero vosotros deberíais creer también, de acuerdo con vuestros propios anales. Abridlos, y hallareis que en tiempo de Pilatos, cuando Cristo sufrió, en pleno mediodía, las tiniebla desalojaron la luz. 
 Próximo  Capitulo  (Resurrección de Jesús)
  
 



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