¿Jesucristo es Dios?
VI Resurrección de Jesús
De todos los hechos que
prueban la divinidad de Jesucristo, el primero indiscutiblemente, y por muchas
razones, es el de su resurrección.
Nada menos que fue empleado por el mismo Jesucristo en una
discusión solemne con sus enemigos.
Quisiéramos verte hacer un milagro, le dijeron
estos, a fin de saber si eres realmente el mesías.
El milagro que se os dará,
respondió Jesús, es de milagro de Jonas, profeta. Porque así como estuvo Jonas
en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estaré yo en el seno
de la tierra tres días y tres noches. Es decir, así como Jonas salió vivo de la
ballena, así yo, después de tres días, saldré vivo del sepulcro.
Digo que este hecho de la
resurrección es un hecho de primerísima categoría en la vida de Jesucristo, el
primero entre todos los que prueban su divinidad. Porque la vida viene de Dios,
y sólo Él puede darla. Sólo Él, por consiguiente, puede resucitar a un muerto.
Sólo Él, con mayoría de la razón, pueden resucitarse a sí mismo.
Pero ¿es cierto que
Jesucristo resucito? Naturalmente él es
la base, y por ella hay comenzar.
El hecho de la
resurrección de Jesús esta tan rigurosamente comprobado cómo puede estarlo el
primer hecho de la historia.
Es cierto que de Jesucristo murió.
Lo es igualmente que
Jesucristo salió vivo del sepulcro.
Luego es
indudable que resucito.
¿Conformes?
Jesucristo, por de pronto, no hizo la
comedia de morir, sino que murió de verás
¿cómo lo sabemos?
San Juan testigo ocular, lo afirma.
Los tormentos y la
crucifixión no podían menos de hacerle morir.
Los soldados no le rompieron las piernas, como
a los otros dos ajusticiados, precisamente porque estaba ya muerto.
La lanzadera que le
atravesó el costado hubiera sido suficiente para matarle, supuesto que aún viviese
Pilatos comprobó
oficialmente su muerte.
El odio de los judíos no podía saciarse con
menos que con la muerte de Jesús.
Jesús Murió real y
verdaderamente, que es decir, su alma se separó de su cuerpo que en eso
consiste la muerte, y fue en enterrado como se entierra un cadáver, o sea, con
la plena y unánime convicción por parte de todos los que intervenían en aquel
acto de que efectivamente enteraban su cadáver.
Ahora bien, que Jesucristo
saliese vivo del sepulcro lo sabemos, no sólo por las innumerables apariciones
en que se
Presentó a sus discípulos
y apóstoles, sino hasta por el testimonio de sus propios enemigos.
Estos, efectivamente,
dieron una cantidad de dinero a los guardias del sepulcro para que dijesen que,
estando ellos durmiendo, los discípulos de Jesús habían robado el cadáver del
Maestro.
Verdaderamente, dice San
Agustín, debía estar durmiendo la impiedad cuando inventó semejante desplante.
Si estaban durmiendo los
guardias ¿cómo vieron que le robaban el cadáver?... Y si lo vieron, ¿cómo es que no lo
impidieron, según era su obligación?... Y en ambos casos, es decir, que
durmiesen o no, lo que procedía era iniciar un sumario para aclarar
responsabilidades y buscar en todo caso el cuerpo desaparecido.
Al centinela que en el
puesto de guardia se duerme y se deja arrebatar lo que le habían encargado de
defender, en todos los países del mundo el código militar lo castigan
severamente... Menos en Jerusalén, el donde en vez de castigar a los guardias
del sepulcro de Jesús, se les da dinero para que digan que, mientras dormían,
les robaron el cadáver. ¡Es grande la avilantez de la impiedad!
La resurrección es la
apoteosis de la divinidad.
Sobre la tumba de los
hombres más grandes de la historia siempre se lee este triste Epitafio: aquí
yace...
Sobre la tumba de Jesús,
al tercer día después de su muerte, aparición un ángel que dijo: Ha resucitado,
no está aquí...
La única explicación de
este contraste es que Jesucristo, siendo Dios verdadero, está cien codos por
encima del hombre más grande.
Y sí muriendo probó que
era hombre verdadero como nosotros, resucitado demuestra que es también Dios
verdadero más nosotros.
Proximo capítulo (La Iglesia de Jesus)
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