22 noviembre 2014

4 Obras de Jesús





 ¿Jesucristo es Dios?


IV._ Obras de Jesús
  
La vida de los hombres, he dicho anteriormente, ésta con frecuencia en disconformidad con la opinión que tienen formada de si propias. Es una contradicción que denota, por una parte, el origen divino del hombre que en sus sueños de ilusión parece añorar las alturas de donde fue derribado, y, por otra parte, el peso formidable de miseria y debilidad que le impide sus vuelos generosos.
  En Jesucristo no existe tal contradicción. La más sublime armonía entre su opinión y sus actos, entre sus palabras y sus obras se observa toda su vida. Él pudo repetir, como nadie, a sus enemigos, con la plena seguridad del triunfo: Si no me creéis a Mí creed a  mis obras.
Jesús comprendió que hasta cierto punto era natural que no se fiasen de sus simples afirmaciones._ por más que sus solas afirmaciones no eran tan simples como todo eso_, porque un hombre, a fin de cuentas, no es buen juez de su propia causa.
  Pero es que ya no soy yo quien me glorifico, decía sino que es mi Padre el que da testimonio de Mí por medio de mis obras.
a)  Los milagros
  El primer género de obras que en la vida de Jesús declaran su divinidad son sus milagros.
  El milagro es un hecho sensible que supera las fuerzas de la naturaleza y deroga sus leyes, y que por consiguiente, solo Dios puede realizar, porque solo Él manda en la naturaleza.
  Pues bien: Jesucristo hizo milagros en abundancia y en público y con evidencia abrumadora. Curar paralíticos, limpiar leprosos, sanar ciegos, resucitar muertos era cosa corriente en su vida. Y, como se ve, todos esos eran milagros de los grandes, de los que no se pueden ignorar fácilmente ni tergiversar con explicaciones truculentas… El Evangelio solo menciona treinta y nueve de esos milagros; pero es evidente que fueron muchos más, a juzgar por lo que dice San Juan de que si se escribiesen todas las cosas que hizo Jesucristo, no cabrían en el mundo tantos libros.
  Él se encaraba con las olas del mar y las hacia callar co más facilidad con que nosotros dominamos y ponemos orden en un pelotón de chiquillos díscolos. El hombre no puede encararse con la naturaleza. Haría reír si un día de tormenta saliese a la calle y se pusiese a increpar a las nubes y al viento como hacia Jesucristo; calla enmudece. Si no dominamos nuestros nervios, si ni siquiera somos dueños de nuestro humor, ¿Cómo vamos a pretender dominar las olas y el viento?
  No vale decir que también Moisés y los profetas y los apóstoles y los santos hicieron milagros sin ser Dios. Porque ellos los hacían sólo  por delegación divina, tenían el poder prestado, no lo tenían propio. En cambio, Jesús los hacia en nombre propio, sin necesitar permiso ni delegación de nadie. Procedía como quien es señor absoluto, y hasta delegaba a sus discípulos para que los hicieran a su vez. Tal proceder no se puede negar que es auténticamente divino.


IV__A   Los milagros
  

El primer género de obras que en la vida de Jesús declaran su divinidad son sus milagros.

  El milagro es un hecho sensible que supera las fuerzas de la naturaleza y deroga sus leyes, y que por consiguiente, solo Dios puede realizar, porque solo Él manda en la naturaleza.

  Pues bien: Jesucristo hizo milagros en abundancia y en público y con evidencia abrumadora. Curar paralíticos, limpiar leprosos, sanar ciegos, resucitar muertos era cosa corriente en su vida. Y, como se ve, todos esos eran milagros de los grandes, de los que no se pueden ignorar fácilmente ni tergiversar con explicaciones truculentas… El Evangelio solo menciona treinta y nueve de esos milagros; pero es evidente que fueron muchos más, a juzgar por lo que dice San Juan de que si se escribiesen todas las cosas que hizo Jesucristo, no cabrían en el mundo tantos libros.

  Él se encaraba con las olas del mar y las hacia callar co más facilidad con que nosotros dominamos y ponemos orden en un pelotón de chiquillos díscolos. El hombre no puede encararse con la naturaleza. Haría reír si un día de tormenta saliese a la calle y se pusiese a increpar a las nubes y al viento como hacia Jesucristo; calla enmudece. Si no dominamos nuestros nervios, si ni siquiera somos dueños de nuestro humor, ¿Cómo vamos a pretender dominar las olas y el viento?

  No vale decir que también Moisés y los profetas y los apóstoles y los santos hicieron milagros sin ser Dios. Porque ellos los hacían sólo  por delegación divina, tenían el poder prestado, no lo tenían propio. En cambio, Jesús los hacia en nombre propio, sin necesitar permiso ni delegación de nadie. Procedía como quien es señor absoluto, y hasta delegaba a sus discípulos para que los hicieran a su vez. Tal proceder no se puede negar que es auténticamente 

IV__B   Las profecías 

Profecía es otra obra divina, porque conocer a ciencia cierta el porvenir—no precisamente el que depende de leyes fatales y necesarias—sino el que depende de voluntades libres, no pertenece más que a Dios.
   Y Jesucristo hizo en nombre propio una multitud de profecías de esta naturaleza, comprometiéndose ademas, a realizar lo que profetizaba.

   Profetizo su pasión, su muerte y resurrección.

   Profetizo ademas la traición de Judas, la triple negación de Pedro, la venida del espíritu santo sobre sus apóstoles, los futuros milagros de estos, sus padecimientos y sus martirios.

   Profetizó también la ruina de Jerusalén, la destrucción del templo y la dispersión del pueblo judío.

   Profetizó por fin, la publicación del Evangelio en todo el mundo, la conversión de los pueblos y la duración perpetua de la Iglesia.

   Estas profecías, por otra parte, se han cumplido; porque su muerte y resurrección, la venida del Espíritu Santo, la conversión del mundo al Evangelio, el establecimiento y duración de la Iglesia son hechos históricos absolutamente ciertos.

   Con lo cual demostró Jesucristo estar en posesión de una ciencia divina, porque solo ella es capaz de conocer semejante futuro.

IV__C  La Enseñanza 

El pueblo judío había tenido muchos doctores, legisladores y profetas.  Pero ninguno enseñó como Jesucristo.  Él se coloca por encima de todos y tiene una manera de enseñar que descubre claramente que es Dios. 
     No dice como los maestros humanos:
  Yo soy el camino.  No afirma como los sabios:  os voy a enseñar la verdad, sino que dice:  Yo soy la verdad.  No promete como los legisladores y profetas:  Hallareis la vida en mis leyes o mis revelaciones, sino dice:  Yo soy la vida.  Es decir, toda enseñanza es como de quien tiene una autoridad sobrehumana.  Razón tenían los judíos al reconocer que jamás hombre alguno ha enseñado como él.  La autoridad divina que manifestaba sobre el mundo físico por sus milagros, la manifestaba igualmente sobre el mundo intelectual por sus enseñanzas.
  Por otra parte, Jesucristo es a la vez el doctor más sublime y el más llano:  sabe cautivar a los niños, a las pobres mujeres del pueblo, lo mismo que a los letrados de Israel.  El Evangelio, si lo lee el hombre de la calle lo entenderá:  si lo lee el intelectual se pasmara.  Es con toda propiedad como el rio de Ezequiel, que por un cabo llegaba hasta los tobillos, y por otro no se podía vadear, donde, como dicen los Santos, andan los corderos y nadan los elefantes.  Esa síntesis de sencillez y grandeza es carácter netamente divino.


IV__D  La vida Santa


Entre las obras de Jesucristo, la más divina es su vida santa. ¡Que santidad la suya!... Jesucristo tuvo enemigos, y enemigos con un odio profundo hacia Él, hasta el punto de que no pararon hasta llevarlo a la muerte, y a la muerte precedida de un refinamiento de tormentos nunca vistos.

  Pues bien: si aquellos enemigos hubiesen podido descubrir en Jesús un defecto cualquiera para echarlo al comentario público y desprestigiar al odiado maestro ante la multitud, ¿crees tú que hubiesen desaprovechado la ocasión? ¡Con la cantidad de maldad que albergaban en su alma!...


      Y, sin embargo, nada… y eso que el mismo Jesús le echó un desafío valiente:


   ¿Quién de vosotros me puede acusar de pecado alguno?, les dijo, y levantaba su frente serena y clavaba sus ojos en sus enemigos que callaban bajando la cabeza avergonzados y vencidos… Tres años los tuvo siempre a su lado y en su predicación, sin conseguir llegar a ver en Él la más leve motita de imperfección… ¿Es eso muy humano?


     Pero, ademas, la santidad de Jesucristo tuvo un carácter del todo singular y propio. Fue la única santidad fecunda, creadora, la única que ha producido imitadores sobre la tierra. <<Ningún sabio, dice Voltaire, ha tenido la más mínima influencia sobre las costumbres de la calle en la que vivía, y Jesucristo ha influido en el mundo entero>>.


Jesús dice:


     Vended todo lo que poseéis y dadlo a los pobres, y con estas palabras siembra innumerables religiones para el futuro.


    Jesús añade:


     No temáis a los que matan el cuerpo, y al calor de estas palabras nacen legiones de mártires.


    Jesús prosigue:


     Lo que hiciereis al menor de estos  pequeñitos, me lo hacéis a Mi, y de estas palabras ha brotado la maravilla de la caridad cristiana con su héroes anónimos y gloriosos.


    ¿No te parece que la aparición de toda esa vida sobrenatural en el mundo? lo mismo que la aparición de la vida natural en el primer origen de los seres, debe atribuirse a Dios ?Así como en el principio, cada palabra del verbo creador llamaba los mundos a la existencia, así cada palabra del verbo redentor es un Fiat todo poderoso que suscita prodigios mayores todavía.


    <<Ciertamente fue hermoso el momento, dice el P. Caussette, en que los mundos, obedientes a la voz del Creador, salieron de la nada y fueron a ocupar sus puestos en las órbitas respectivas. Pero no fue menos solemne en el momento en que las virtudes cristianas, brotadas al calor de una palabra divina, se levantaron en la tierra, hasta entonces estéril e infecunda. Mientras la creación material no duró sino seis días, la creación espiritual es incesante. Cuando Suene la hora de destrucción para la primera, la segunda, compuesta de todas las virtudes de los santos, brillará con resplandor divino en el firmamento de la eternidad>>


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