12 marzo 2011

ANA (mujeres en la Biblia)

          (Ana del hebreo, significa: "Favor; Gracia").

1.  La madre del profeta Samuel, vivía en Rama-taim-zofin, en la región montañosa de Efraín, junto con su esposo levita Elganá y Peniná, la otra esposa de este.
   Elganá amaba más a Ana, a pesar de que esta había permanecido estéril por mucho tiempo mientras que Peniná le había dado varios hijos. Peniná vejaba a Ana debido a su esterilidad, en especial cuando Elganá llevaba a su familia al tabernáculo de Siló cada año. (1Sa 1:1-8.)
   En una de esas visitas a Siló, Ana le hizo un voto a Yahvé, diciéndole que si daba a luz un hijo, se lo entregaría para Su servicio.   
   Cuando el sumo sacerdote Elí  vio que Ana movía los labios mientras oraba en silencio, al principio creyó que habia bebido más de la cuenta y estaba borracha, pero al enterarse de su sobrio fervor y de su sinceridad, expresó el deseo de que Yahvé Dios le concediera su petición.
   Ana pronto quedó encinta. Una vez dio a luz a Samuel no volvió a ir a Siló hasta que lo destetó. Entonces se lo presento a Yahvé como había prometido, llevando consigo una ofrenda de un toro de tres años, un efá de harina y un jarrón de vino. (1Sa 2: 18-21)
  
En Ana se observan varias cualidades deseables. Era dada a la oración y humilde y tenia el deseo de agradar a su esposo. Todos los años lo acompañaba para presentar sacrificios en el tabernáculo. Ella misma hizo un gran sacrificio renunciando a la compañia de su hijo para cumplir con su palabra y mostrar su aprecio por la bondad de Yahvé.
   Siguió sintiendo por él, afecto materno y lo demostró haciéndole todos los años una nueva vestidura.
   Las ideas expresadas en su cántico de acción de gracias, cuando ella y Elganá presentaron a Samuel para el servicio del tabernáculo, son bastante similares a los sentimientos  que expresó María poco después de saber que iba a ser la madre del Mesias. (Lu 1: 46-55)

2.  Profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. 
   Ana enviudó después de solo siete años de matrimonio, y para cuando se presentó Jesús en el templo ya tenia ochenta y cuatro años. No obstante, iba constantemente al templo, y por lo visto permanecía allí desde la hora del servicio matinal hasta el servicio vespertino. 
   Como resultado, tuvo el privilegio de ver al niñito Jesús  y dar testimonio acerca de él.
   Los "ayunos y ruegos" de esta mujer indican su duelo y anhelo fervoroso. Los varios siglos de dominación extranjera sobre el pueblo judío, junto con el deterioro religioso de ese periodo, que llego a afectar al templo y al sacerdocio, bien pueden explicar su actitud.
   De todos modos, aunque no es probable que esperara ver al niño ya adulto, en aquel momento testificó con gozo a otros, de la liberación que se efectuaría por medio de este Mesías venidero. (Lu 2: 36-38

Extraido del libro: Perspicacia para entender las escrituras Volumen 1 p.131

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