Viendo la multitud,
subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. 2 Y
abriendo su boca les enseñaba,diciendo:
3 Bienaventurados
los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados
los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
5 Bienaventurados
los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
6 Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados
los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados
los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados
los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el
reino de los cielos.
11 Bienaventurados
sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal
contra vosotros, mintiendo. 12 Gozaos
y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
13 Vosotros
sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?
No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y pisada por los hombres.
14 Vosotros
sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
15 Ni se enciende una luz y se pone
debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en
casa. 16 Así alumbre
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
17 No
penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para
abrogar, sino para cumplir. 18 Porque
de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una
tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. 19 De
manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y
así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos;
mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino
de los cielos. 20 Porque
os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y
fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
21 Oísteis
que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable
de juicio. 22 Pero yo os
digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. 23 Por
tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, 24 deja
allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano,
y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25 Ponte
de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino,
no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas
echado en la cárcel. 26 De
cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
27 Oísteis
que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero
yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con
ella en su corazón. 29 Por
tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues
mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea
echado al infierno. 30 Y si
tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te
es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al
infierno.
31 También
fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. 32 Pero
yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación,
hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
33 Además
habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al
Señor tus juramentos. 34 Pero
yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de
Dios; 35 ni por la
tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad
del gran Rey. 36 Ni por tu
cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. 37 Pero
sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal
procede.
38 Oísteis
que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero
yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la
mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y
al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y
a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al
que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
43 Oísteis
que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero
yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced
bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para
que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol
sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque
si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo
mismo los publicanos? 47 Y si
saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también
así los gentiles? 48 Sed,
pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto.
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